sábado, 16 de octubre de 2010

Calladito, mejor

Sentenciaste que era la más linda de la noche y rodeaste mi cintura.
Argumentaste que mis ojos te embrujaban y atacaste mi boca.
Cuando tomaste mi mano para sacarme del bar, agregaste que la conexión entre ambos era evidente.
Camino al motel, aseguraste que te estabas enamorando.
Cuando me abalancé sobre ti, susurraste en mi oído que te enloquecía tanta pasión.
Ahogaste un grito cuando te enterré el cuchillo.
“Hija de puta”, exclamaste apenas, cuando me viste vaciándote los bolsillos.
Después de limpiar mis huellas, me acerqué a tus labios. Estaban descoloridos y mudos.
Por fin habías dejado de engrupir.

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