lunes, 23 de agosto de 2010

Violeta y un dios manco

Dicen que es un milagro. Ni los cálculos más optimistas apuntaban a que los 33 mineros se mantendrían vivos después de 17 días tragados por la tierra. Que está la mano de dios y bla bla. ¿Eso implica que fue el señor quién permitió que les cayera un cerro arriba, para 17 días después, hacer alarde de su poder?

No lo creo así. Acá no está la mano de dios, está la mano del hombre. De los negreros de siempre, que creen que los derechos laborales y la seguridad de sus trabajadores son ítemes accesorios. De los burócratas, sobrepasados por la pega y permeables a presiones para burlar la ley o permitir lo inmoralmente legal. De los políticos polillas, prestos para robar cámaras en Copiapó, en Dichato, en Constitución, en Juan Pinto Durán; pero que se escabullen cuando hay que cumplir las promesas que lanzan para la galería. Que no están cuando hay que legislar o fiscalizar. De los editores y periodistas, que armamos el circo en medio de las lágrimas y el dolor ajenos. Todo en pro de nuestro rol social y para mantenerlo informado, las 24 horas del día, desde el lugar de los hechos.

Pero también están las manos de los que se sacan la cresta trabajando. De los que se conmueven de veras con las tragedias del prójimo. De los que no tuitean frases para el bronce, porque están poniendo el hombro. Están las manos de los que aman, de los que pese al dolor, de los que pese a que dios no escucha, mantuvieron en su corazón una súplica constante. Que mi hermano, que mi padre, que mi hijo, que mi sobrino, que mi amor esté vivo. Que vuelva conmigo. Están las manos de los que pese al dolor, no van a renunciar a la dignidad e intentarán que los responsables hijos de puta paguen esto.

Y están las manos de la gente que tiene un alma gigante, de esos que hace más de medio siglo buscaban -buscan- poner los puntos sobre las íes y se resistían -se resisten- a hacer sólo cosas lindas con su talento. Que se desgarran la garganta, que se desgarran el corazón denunciando las injusticias de antes del siglo XIX y que nos siguen penando, pese a que nos juramos país de estándar de siglo XXI.
Eso creo de esta canción de Violeta Parra.


1 comentario:

CDG dijo...

Sigue todo más o menos igual. Uno como que pierde la fe en todo, ¿no?

El cover de Pettinellis de esa canción es muy top.

Saludos.