Déjeme
decirle así, como lo hacen quienes aspiran estar orbitando en torno suyo:
soñando con pasear en
su yate, con comer en su mesa y con reemplazar al que reemplazó al reemplazante
de Mandolino como comparsa.
Desde
que tengo uso de memoria ha estado en mi tele y lo siento como si fuera parte
de mi vida: crecí viéndole cantar jingles y “canciones” ridículos,
humillando a ingenuos concursantes y manteniéndote incólume y respetable,
incluso ante las maledicencias que lo acusan de recurrir a Belcebú para ser
el animador número uno de la televisión de Hispanoamérica.
Y
es que usted ha logrado algo que nadie ha podido: unirnos en una causa bella,
noble y fecunda, como es La Teletón. Poco
importan sus omisiones sobre la contingencia; su tendencia a banalizar las diferencias políticas o
los reclamos
sociales. Poco importa que haya estigmatizado a gente como Palmenia
Pizarro, la fallida demanda de paternidad
y las acusaciones de acoso
sexual hechas por modelos de Sábado
Gigante. Eso no es relevante, al lado de todo lo que hace por el país.
Porque,
¿para qué le vamos a pedir que se defina, Mario, si hasta
el Presidente
sabe que es el único hombre que consigue unir a todo un país en una cruzada de
27 horas de esfuerzo y amor?
Usted
logra que los señores políticos bailen al ritmo que le impones, que las fulgurantes estrellas de la TV disimulen sus egos inseguros (aunque no faltan
los que pierden
la batalla y se quejan), y que los generosos empresarios del país aporten
con su granito de arena a estas 27 horas de solidaridad, aunque algunos mal pensados piensen
lo contrario.
Por
lo mismo, Mario, le pedimos que esta noche y mañana haga lo que mejor sabe: que
las luces del show nos anestesien y nos hagan olvidar nuestras diferencias,
desigualdades y miserias. Que hagamos como que no vemos los patéticos esfuerzos
de las estrellitas por figurar, paliando el escaso talento con la capacidad de
situarse estratégicamente cerca de usted, el Rey Sol del espectáculo. Que hagamos
como que no vemos que la
Responsabilidad Social Empresarial es un
espejismo que se reduce a dar una migaja, generalmente financiada con los
aportes de los propios consumidores. Que no veamos la voraz y frívola maquinaria
circense que se desata con el pretexto de ayudar a los niños con
discapacidades.
Lo
necesitamos, Don Francisco, para que el papito y la mamita se levanten y vayan
a depositar. Para que el papito y la mamita se mareen con eso de la solidaridad
del chileno y nos conformemos todos con aplicar caridad donde debería haber una
política de estado sobre la discapacidad.
Lo
necesitamos, Don Corleone,
porque usted es nuestro padrino y con el actual panorama, necesitamos más que nunca
una familia.
Salga
y haga lo que sabe: encandilarnos y hacernos sentir que vivimos en un país
justo.
PD:
Y sobre todo, gracias por prestar el Nacional el miércoles que pasó (¬¬).
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