viernes, 18 de noviembre de 2011

Los crímenes paralelos de Rodrigo y Manuel



Dicen que lo del niño Anfruss marcó a toda una generación. Los que vivieron su infancia en los años negros de la dictadura. Hoy Rodrigo tendría cerca de 38 años, pero quedó eternizado en una foto –quizás blanco y negro, quizás sepia-, que lo muestra de perfil, risueño y con peinado de principito.

Tenía seis años cuando desapareció y su caso causó conmoción nacional, en un Chile acostumbrado a mirar para el lado cuando se trataba de historias de desapariciones. Con Rodrigo imposible desentenderse, porque ¿qué podría haber hecho para merecerlo?.

El niño Anfruss apareció once días después, muerto. Asesinado.

Este miércoles, sus restos fueron exhumados, en un nuevo intento por esclarecer su asesinato. Su familia ha intentado por 32 años esclarecer esta causa, en la que también se vio envuelto un chico de entonces 16 años, PPV, sindicado como el autor del asesinato. Hoy, su defensa asegura que PPV fue brutalmente torturado para obtener la confesión que lo inculpó, sin que los tribunales hayan considerado mucho este antecedente.

Informes periciales también indican que Rodrigo fue torturado por sus captores, por eso, el Consejo de Defensa del Estado solicitó la exhumación de los restos, trámite que se concretó a primera hora de este miércoles.

Treinta y dos años después del caso Anfruss, el adolescente de 16 años Manuel Gutiérrez Reinoso cayó abatido la noche del 26 de agosto, durante las horas finales del paro nacional de la CUT. El chico cursaba la enseñanza media, participaba activamente en la Iglesia Metodista de su barrio y tuvo la mala ocurrencia de ir a ver las protestas como quien va a ver la pichanga de la esquina.

Su hermano, Gerson, acompañó al menor esa noche y aseguró que “yo vi disparar a los carabineros y no soy el único testigo”.

La institución salió a desestimar rápidamente las declaraciones, pese a que no se esperó la realización de un sumario interno. Dos días después, y ante la evidencia recopilada por el Ministerio Público, el ministro del Interior, Rodrigo Hinzpeter salió a informar la baja del sargento segundo  Miguel Millacura Cárcamo, quien admitió que ejecutó dos tiros al aire en las inmediaciones donde fue impactado el joven, lo que intentó esconder. Otros efectivos corrieron la misma suerte, al igual que con el general Sergio Gajardo, quien descartó investigar los hechos.

El entonces general director de Carabineros, Eduardo Gordon, permaneció en su cargo, aunque salió semanas después, tras verse involucrado en denuncias de tráfico de influencias, aunque se argumentó motivos médicos.

Millacura, la hebra más delgada de esta trama, pasó a ser procesado por la (in)justicia militar, la misma que este jueves decidió otorgar la libertad al ex cabo, confirmando de paso las suspicacias de la familia de Manuel. 

El argumento: el tribunal consideró que los dos meses que el ex uniformado estuvo preso fueron suficientes y por eso, deberá esperar en libertad el resto del proceso que se instruye en su contra.

Treinta y dos años y todo es tan igual. Tan, tan, tan desoladoramente igual. Tanto dolor y tan mínimas que se ven las posibilidades de hacer justicia, que los responsables de truncar estas vidas paguen algo, un mínimo castigo siquiera. Treinta y dos años, dos niños asesinados que tal vez le dan la razón a Úrsula Iguarán: que los años no avanzan, que la vida da vuelta en círculos. Que quizás la injusticia, la desigualdad y la impunidad son la cola de puerco que debe cargar Chile, la evidencia de todas las taras que nos aquejan.  


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