domingo, 22 de abril de 2012

María ex Santa


Huyó a oscuras. En Bellavista, quiso entrar a un bar y pedir vodka. Imaginó la reacción de los parroquianos. Se arrepintió. Una figura de mi envergadura debe ser discreta, razonó. En Estación Central, movió sus influencias, subió a un bus y partió con rumbo desconocido. Cuando despertaron, los santiaguinos notaron que algo faltaba. Los devotos lamentaron el castigo divino y los incrédulos, la gestión alcaldicia. Y aunque hoy deba contestar preguntas incómodas por su tamaño y palidez, María goza del anonimato, descansando de súplicas desmedidas y actos indecorosos que se cometían bajo sus pies, cuando regentaba el San Cristóbal.

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