jueves, 26 de junio de 2008

Belleza profesional



Desde que tengo uso de memoria que las cosas se me dieron fáciles. Soy Bella y sólo bastaba con entornar los ojos, levantar el mentón, ruborizarme y sonreir, para conseguir exactamente lo que quería.

Desde niña y aunque pobre, siempre fue igual. Bastaba mi hermosura para que nada me faltara. Para que nada me pudiera ser negado. Un chocolate, una manzana, una rosa, cualquier regalo excéntrico. El mundo a mis pies, a causa de mi arbitraria hermosura. Y mi instinto privilegiado: Donde pongo el ojo, pongo la bala. Como siempre quise más, ahora vivo en un palacio, tengo cuentas en las Islas Caimanes, vestidos de diseñador y plástico con cupo ilimitado.

Cierto que él es feo, viejo, casado y bruto, que le sobra pelo, que me da asco besarlo y que se le sube rápido el vino a la cabeza. Pero he aprendido a disimular bien la repulsión y hasta a fingir amor y placer ante tanta repugnancia. Aunque algunas noches me desvele tratando de resolver cuál de los dos es la bestia.

No hay comentarios: