jueves, 19 de junio de 2008

Rutina de Maravilla


La Reina de Corazones revuelve el mazo a su antojo, ante la mirada impávida del príncipe consorte, decapitado por edicto real. El Sombrero hace gala de su locura tijereteando sus sombreros más finos y el lirón dormilón se entrega al vodka, tratando de reponerse del insomnio.


Pero Alicia ya no se conmueve con nada. Harta de servir tragos, ofrecer hongos a los que llegan buscando emociones extremas y sonreírle la Conejo Blanco, la Liebre de Marzo o la falsa tortuga. Su hastío ni siquiera se rompe con el deseo malsano que Lewis Carroll trata de sublimar con historias fantásticas y el no-sence, aguantándose las ganas de fotografiar de nuevo a la otra Alice, la que chapotea desnuda en la piscina de las lágrimas.


Alicia sólo bosteza, aburrida, en el País de las Maravillas, ese bar de mala muerte donde el gato de Cheshire se alcoholiza tratando de revivir su truco más recordado: Desaparecer en el aire y dejar flotando su sonrisa.

2 comentarios:

young_supersonic dijo...

NOTABLE!!

VEO QUE CONTINUAS ESTA SENDA DE RE-INTERPRETAR LAS HISTORIAS Y SENTIDO DE LOS CUENTOS DE TRADICIÓN POPULAR.

PODRÍAS HACER UNO CON UN LOBO DE CAPERUCITA ACUSADO DE MALTRATO FAMILIAR. O UN PATITO FEO GAY O NEGRO. NO SÉ...

UN ABRAZO Y GENIAL SABER QUE NO HAS ABANDONADO ESTA TAN SALUDABLE PRÁCTICA.

CDG dijo...

Alicia en el País de las Maravillas siempre fue una historia medio ácida-lisérgica y alucinógena. Yo nunca la entendí muy bien, pero inspiró a mucha gente por esos visos medios extraños... Giros y toda la cosa. Tu interpretación, por ello, me parece brillante.