miércoles, 8 de octubre de 2008

Placebo a la oreja



La cinta suena debilitada, pero no puedo evitar escucharla. Otra vez. El sonido de la baraja mezclándose me produce una agradable situación de alivio, que los audífonos intensifican las veces que quiero. He apretado play tantas veces, que conozco de memoria el circuito de frases, las oraciones que prometen el exacto futuro que quiero, los silencios que amplifican la tensión, que luego se despeja con las cartas cayendo sobre la mesa.

En mi casa, nadie entiende mi obsesión por este cassette. Y me niego explicarles que es una coelcción de grandes éxitos, que me protege de la mala memoria y las interpretaciones libres de los vaticinios que me entregaron hace un año. Desde el momento en que la bruja revolvió el naipe, mientras yo subrepticiamente atrapaba sus pronósticos, con una grabadora oculta en el bolsillo de mi abrigo.

Hace 365 días la escucho decir lo mismo: que las combinaciones del dos me premiarán en un juego de azar, que mi salud de hierro hará frente a cualquier dolencia, que se me abren perspectivas en lo laboral y que ella deberá tener cuidado, porque en la puerta del horno se le quemará el pan. El oráculo retumba nuevamente en los oídos y sonrío con los ojos cerrados, pensando en el pronto alivio para mis penas. Lo único que me perturba es que no se dilucida si los augurios incluyen alguna fecha de vencimiento.

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