sábado, 31 de octubre de 2009

Piel de culebra

Escribo desde el desasosiego. Y absolutamente desde mi ombligo, lo admito. Hace rato que soy una culebra que cambia su cuero, que no termina el proceso y que no sabe cómo llevarse con la piel nueva que está apareciendo. Que no se siente cómoda porque la epidermis aún está en proceso de renovación y todavía no se sabe qué resultara.

De alguna forma, estoy en esto desde hace ratos. Por momentos, me hago la loca, otras me olvido. En otras, tomo conciencia y no sé muy bien qué hacer, salvo buscar un camino. Tener claridad. Mirar el vaso medio lleno. Reinventarme, aunque suene pretencioso. En otras ocasiones, he cometido errores no forzados, errores de procedimientos y errores infantiles (aún no me alcanza para los horrores). Todo un surtido de metidas de pata. También ha habido algunos aciertos, no crea que no.

Todo esto me provoca desconcierto. El desasosiego que mencionaba hace un rato. Aunque tenga algunas importantes claridades, estoy algo empantanada, a ratos me desoriento; no sé donde queda el mar ni donde la cordillera. Y como busco una vía, se me hace evidente mi intolerancia a la incertidumbre. Quizás debí jugar más con los dados y el azar.

A veces creo que puedo estar mal enfocada. O que dramatizo un poco, especialmente en período de SPM (¿Dónde estás, Predual?). otras, recuerdo una fantasía recurrente en mi adolescencia: Cerrar los ojos y cuando los abres, despiertas en otra vida. No sé, onda Loli azafata; Loli trapecista; Loli empleada fiscal; Loli física nuclear; Loli machi. Loli Alina Reyes.

La idea no es huir del cambio de piel; la idea es que sea ya. No sé si me explico. Al menos, mi corazón late. Con rabia. Con fuerza. Con emoción. No soy el congelador que temía ser hace algunos años; por mis venas corre sangre y no líquido refrigerante. Cosa que aunque implica sus riesgos, me alivia.

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