domingo, 25 de octubre de 2009

Statuo Quo

Es bonito mirar como el agua inunda mi vestido. Como el rosa pálido va ganando en tonalidad, como muta de descolorido a intenso, como se va transformando en rosado a secas, en fucsia, en casi rojo. Bonito como miras el cambio de color, abstraído, imperturbable, ajeno. Bonito.

Es bonito mirar esto. Mi piel pálida, como transparentándose. “Tu piel pálida, amor”. Bonito escuchar como lo dices, como fascinado de tanta blancura. De tan acuosa blancura. Bonito, repites. Mi cabello suelto, a merced del agua y del frío.

Bonito, como todo entre los dos.

Bonitos mis ojos, sus pestañas largas, más largas por el peso de la modorra. “Bonita, ¿no quieres despertar?”. Bonito como lo dices. Muy bonito.

Bonito. Bonitos mis senos, creciendo, haciéndose evidentes bajo el agua. Bonito como el vestido –que ya no es rosa pálido, sino que fucsia, casi rojo- quiere liberarse de este cuerpo, pesado, que busca algo en el fondo. El fondo de algo. Toco fondo, bonito.

Un rictus en mis labios. Amargos, mis labios. Bonitos, pese al mal sabor.

“Tus labios, tan delgados, amor”.

Bonita tu boca contraída. Bonito, una mueca indescifrable sin querer es tu último beso. “Adiós, amor”, murmuras. Bonito como lo dices.

Bonito. Bonito. Muy bonito, repito. Bonito, como siempre. Como todo entre los dos.

*Esto es muy, muy viejo, de febrero de 2006.

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