miércoles, 11 de noviembre de 2009

Expectativas a la baja, guata revuelta

¿De qué se trata esta cosa? ¿Con qué se vota? ¿Con el corazón? ¿Con la cabeza? ¿Con mis vísceras díscolas, que se mueren de ganas de anular la papeleta, marcándola quizás con una palabra de grueso calibre o mis versos preferidos de Redolés? Y es que a decir verdad, no me gusta ni Frei, ni Piñera, ni Enríquez Ominami. Tampoco Arrate. He consultado a mi alrededor y salvo las excepciones de los que militan –unos poquitos-, no hay nadie que se apasione con alguno de los presidenciables. La mayoría asegura que se limitarán a votar por el que les parezca menos malo. El que pueda bloquear al candidato que detestan. Van a votar por el mal menor. Esas son las expectativas que hay en mi entorno y en la calle.

“Vamos a vivir mejor”, nos prometen Eduardo Frei y Concertación, frase que no sólo suena gastada, sino que también contradictoria, considerando que los profes están en paro y la gente de la ANEF lleva una dura negociación con el ejecutivo y no se ve muy claro cómo y cuándo terminará este trance. Sin contar con los casos de corrupción que nos han asqueado en los últimos tiempos, donde se han perdidos millones de pesos fiscales que podrían haberse aprovechado mejor.

Piñera, en tanto, dice que “Así queremos Chile”, un mensaje confuso e inquietante, considerando todas las sospechas que él genera, aunque trate de izquierdizar su mensaje. Es que es raro que a alguien que le va tan bien en las operaciones bursátiles, que donde pone el ojo genera las utilidades, quiera dedicarse a la cosa pública por cuatro años, lo que a simple vista parece como un pésimo negocio (¿o habrá petróleo en el Patio de los Cañones? ¿O será la información privilegiada que a la que puede acceder desde La Moneda?).

ME-O personaliza su propuesta en sí mismo (“Marco por ti, sigue el cambio”) y me parece que el gran canje que promueve es él gobernando con sus amiguis, todos progres, todos lindos, todos ocurrentes y chic. Y es que no veo en él mucho más que sus ganas de aguarle la fiesta a los viejos, esos tíos de mierda que lo conocen desde pequeño y lo dejaban sin postres.

A Arrate, en tanto, dan ganas de creerle, pero esto es complicado. Más que porque no tiene chances de triunfar, es debido a que -a fin de cuentas- por años integró el mismo establishment que hoy rechaza. Da para pensar en qué momento se dio cuenta que era taaan de izquierda. También generan dudas ese matrimonio por convivencia que mantiene con el PC, la impresión que da respecto a que se sentiría mucho mejor en lugares civilizados como Ámsterdam o Bruselas que en Santiago Centro. Sin contar con ciertos contradictorios respaldos que entrega.

Por otro lado, tampoco se sabe mucho de las ideas y los programas de gobierno. Estamos todos en otra, parece. Fijándonos en lo chori, ingenioso y divertido que es el tatita Arrate; en lo poco acertado del gesto de la nariz de Frei (sobre la frente, se lee Looser); en que si Piñera es realmente Garfio y Enríquez – Ominami, Peter Pan.

Mientras, miles de niños han perdido casi un mes de clases y no se sabe cuanto influirá esta pérdida en las ya menguadas oportunidades que tienen, considerando que en cuatro años consecutivos, han debido enfrentar paralizaciones prolongadas. Niños que lo más probable es que repliquen los mismos horizontes estrechos que enfrentan hoy varios adultos, constreñidos en un trabajo mediocre, comiendo mal y durmiendo pésimo, casi sin espacio para tener sueños o al, menos, para no padecer pesadillas a diario. Sin muchas opciones de tener una vida tranquila, una vida con las condiciones para formar un hogar, tener críos y poder ofrecerles algo más que expectativas frustradas y la resaca de un círculo vicioso de deudas impagas.

Cuando pienso en cosas como éstas, me descorazono. Me pregunto que tan responsable soy de este statu quo, si solo se puede contribuir hilvanando palabras. Que tan cara puede estar costando la inacción o la desidia. En el 88, para mí, de tiernos 9 años, fue una fiesta acompañar a los viejos a votar; esperarlos en la plaza, ver alborozadas con mi hermana sus pulgares entintados y celebrarlos con un helado. Sinceramente, creo que si alguna vez tengo un hijo, será muy poco probable que él o ella sienta algo más que lata si me espera a la salida de la cámara de votaciones. Mientras tanto, creo que le haré caso a mis vísceras.

1 comentario:

young_supersonic dijo...

QUE BUEN ANÁLISIS LOLI.

COINCIDÍ EN TODAS TUS PALABRAS. Y CREO QUE NO ME ARREPIENTO EN NO HABERME INSCRITO DE NUEVO.

EL TEMA ES QUE DE VERDAD, TENGO MUCHO MIEDO DE S. PIRAÑA.

SI QUITA TODOS LOS FERIADOS Y CONGELA EL SUELDO MÍNIMO, CREO QUE AHÍ ME ARREPENTIRÉ DE NO HABER PARTICIPADO DE LA ELECCIÓN.

SALUDOS.

PD: PODRÍAS PONER LA COLUMNA EN EL DIARIO.