viernes, 25 de febrero de 2011

Pollo nuestro que estás en los Cielos


La primera vez que conversé largo y tendido con él, fue haciéndole la guardia a Marco Antonio Solís. El mexicano era el plato fuerte de la Pampilla, en 2004, y al socio se le había metido en la cabeza que la portada debía ser una foto exclusiva y suya de Solís. Mientras esperábamos, el Pollo me contó que era fan del cantante, de lo mucho que le gustaban sus canciones. Cosa que me quedó claro más adelante, en numerosas pautas en las que la banda sonora estaba compuesta por las canciones del ex Buki.

A mí me encantaba salir a pautas con él. Una vez me salvó de un combo o, al menos de un mal rato. Estaba de turno en policial y nos fuimos a meter a la casa de un tipo, que -al parecer- había matado a la polola. Mientras el cuerpo de la mujer seguía en la morgue, la mamá del sujeto nos hizo pasar a su casa, como si hubiéramos ido a preguntarle por el gas. El hombre, sin embargo, reaccionó mal y cuando se dio cuenta de que estábamos en su casa, salió a corrernos. El tipo avanzó hacia mí, pero el Pollo se interpuso y le dijo: "socio, tranquilo, si ya nos vamos". Yo no atinaba a nada.

Pese a esto, una vez, a mí el Pollo me dijo que era achillá. O sea, que servía para la pega y eso, para mí, ha sido el piropo más preciado de mi vida profesional.

Era bueno para la talla, el Pollo. A veces jugábamos a que no nos conocíamos y nos preguntábamos mutuamente donde quedaba el diario, cómo se podía llegar, qué micro tomábamos.

Mauricio Alegría, era -a su modo- un lobo estepario. Todos lo queríamos, pero creo que no conocimos todas sus facetas. En lo personal, creo que era alguien que vivía muy hacia adentro, cosa que quizás no se notaba con su comportamiento habitual. Quizás las fotos que tomó son una clave para leerlo, pero aún así, siento que hace falta más datos. Más pistas.

Pero que más da. Lo bonito de todo esto fue poder conocerlo. Verlo trabajar. Ver como se tomaba con pasión las cosas que hacía, al extremo de morir con las botas puestas. Una muerte que sigue penando, por lo injusta e inesperada. Como la muerte de la gente que uno quiere.

Con la muerte del Pollo, quedamos un poco huérfanos en la redacción. Y cómo no, si él era de alguna forma, el alma del diario. Yo no sé cómo estarán ustedes allá, pero sin duda, una de las cosas que voy a lamentar de haber hecho las maletas es no pasar este 26 de febrero en Brasil 431, donde el espíritu de Mauricio debe seguir persiguiendo la foto del día.

Chau, socio. Que descanses.

*La imagen es una foto de la portada de hace un año de El Día. La foto impresa es de Andrea Cantillanes y corresponde a la inauguración de la calle que lleva el nombre del Pollo, en Las Compañías.

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