viernes, 14 de octubre de 2011

Mi vida es un bolero

Antes jugábamos al cíclope. 

Podíamos pasarnos horas así: ojo contra ojo, nariz contra nariz, mentón contra mentón. Boca contra boca. En los tiempos cuando nos reíamos y organizábamos excursiones a callejones perdidos, buscando boliches añejos. 

Nos emocionaban las canciones de veteranos, especialmente si eran de Los Ángeles Negros. Dejábamos los vasos de lado y a duras penas apartábamos a los ebrios, a fin de que nos dejaran espacio para bailar en la pista. Y bajo las estrellas. Y bajo la lluvia. Y bajo la ducha.

Hoy juega al cíclope con otra. 


Parece que se pasan horas así. Ojo contra ojo, nariz contra nariz. Labios contra labios. Claro que ahora ya no le gustan los tugurios de mala muerte. Ahora lo suyo son los restoranes de moda, donde le toma la mano con recato y la escucha hablar de créditos hipotecarios, fondos mutuos y alarmas anti robos. 

Yo sigo en lo de siempre, aquí, en los bares. Con el corazón magullado, mucho alcohol en la cabeza y los pies inestables. A veces me caigo cuando bailo, por lo que ahora soy yo la que estorba a los enamorados nostálgicos, que se juran amor eterno mientras danzan canciones de viejos.

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