sábado, 29 de octubre de 2011

Vicente


Ha pasado más de siete meses desde que llegaste y aún no he tenido ni tiempo ni cabeza para celebrarte, contarte cosas, cometer infidencias. Hablarte de la familia, de tu familia. De mi familia.

Te cuento que tu mamá es mi hermana, la Pame.

De chiquitita salió vivaracha, despierta. Siempre salía con algo gracioso, siempre estaba tramando algo qué hacer. Se comía las hormigas, le echaba cilantro a la leche con chocolate, armaba verdaderos dramas cuando se enfermaba. Que de grande, mutó de pinturita tipo miss 17 a compañera sumamente pecé y disciplinada, sin transición. Que siempre ha sido buena cabra, aunque en algún momento pueda haber estado confundida.

Te cuento que tu mamá es buena tela, que es blandita de adentro, de corazón grande. Le gusta hacer cariño, contar sus cosas, abrirse al mundo. Tiene unas orejas gigantes, para oírte mejor y eso te lo aseguro yo, que le he dado unas latas de antología. Y eso que  yo he sido a veces un puerco espín con ella. Ha sido cojonuda, tu mami; ha sabido hacerse cargo de sus decisiones. Le tira pa`delante, no más. Piensa menos y ejecuta más. Es menos miedosa que yo y mata las polillas por mí.

Luego está la Bárbara, tu tía. La niña de mis ojos. Yo la adoro casi como si fuera mi hija. Yo me volví loca cuando nació, el 91. Es linda ella, pero muy muy muy niña. Se puso feliz cuando supo que venías, quizás hasta le removiste la pena que tenía del  2006, cuando se murió mi mamá, tu abuelita. Ella se portó increíble en el funeral: se las arregló para no dar problemas, para no verse mientras nosotros, los grandes, corríamos entre la morgue, la funeraria, las uefe del parque del recuerdo y toda esa porquería protocolar que le trae la muerte.

Quizás te toque cuidarla a ti un poquito, cuidarla por las veces que nosotros hemos estado en otra, cuando le hemos faltado. Por favor, tú quiérela no más.

Y mi papá es tu abuelo, sé que ya se reconocen y se quieren. Que ya son cómplices, que –como era de suponer- te adora. Me alegro mucho que hayas llegado a su vida, le vas a hacer bien al viejo. Antes era distinto, era más severo, más parco, casi no se reía. Ahora es otro, más vulnerable, pero más cercano. Y como sabrás, lo encuentra todo malo: la tele, el fútbol, la educación, el país. Pinochet, Aylwin, Frei, Lagos –sobre todo Lagos-, Bachelet y por supuesto, Piñera.

Cuida a tu tata y convéncelo de que estoy bien, que era necesario salir de La Serena, pasar por la incertidumbre y la inestabilidad un rato. Dile que me cuido, que como, que no me enfermo. Dile que las cosas, para mí, allá no estaban bien, pese a ustedes. Que irme fue un costo que aún vale la pena. Dile que quizás me tuve que ir para un día volver. Sé que suena triste, pero por favor, explícale que estoy bien.

Estaba mi mami. Ya no está. Ella era el sol y obviamente, desde que murió quedamos huérfanos, a la deriva. A veces, me da miedo que se me olviden sus gestos, su voz. Te hubieran gustado sus abrazos, lo arreglaban todo. Y yo los extraño demasiado.

Y estoy yo. Maniática, distante, huraña, casi tanto como un gato. Un poco cobarde, me da miedo pasarla mal, me da miedo sufrir y a ratos, me quedo marcando el paso. Tengo tendencia al melodrama, aunque soy muy buena para reíme a mares. Pero también me alejo y no sé cómo volver. Me da miedo perder a la gente. La pienso mucho, Vicente. Me duelen las cosas, pero disimulo. La ironía es mi recurso favorito. Me hago la dura y también tengo el corazón blandito, como tu mamá. Y quisiera arrullarte, y verte con dientes, y verte gatear. Verte crecer. Ser parte de tu vida, aunque sea a distancia.


Por eso, Vicente, casi no te conozco, pero te echo de menos a rabiar.


  

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