jueves, 14 de junio de 2012

Pinochetazo






Ahí estaban. Gritones, estruendosos, desafiantes. Hinchados como sapos, celebrando que gracias a la política del empate, del tenemos-que-reconciliarnos y del todos-tienen-derecho-a-manifestarse-en-la-buena-onda, estaban allí, con la calle tomada. Como si el general aún estuviera en pleno apogeo y no fuera un puñado de cenizas.  Asegurando que Pinochet y la CNI eran los liberadores del país, obviando las negras cifras que confirman las violaciones sistemáticas a los derechos humanos en la época del régimen militar.

“¡El pinochetismo está vivo!” Y “Es hora de conocer la verdad histórica”, chillaban con ardor milicos de bajo rango en retiro, civiles agradecidos de “la obra” y un ejército de clones de Patricia Maldonado, aunque la ahora figura de la TV no estuviera allí.

Porque no llegó la Maldo (te nos caíste, Maldo),  ni la Maqueca, ni Cardemil, ni Moreira (“traidor”, le gritó la concurrencia).  Tampoco estuvo la generación Chacarillas: no fue el Pollo Fuentes –bueh, se desmarcó hace rato-, ni Joaco, ni Pablo. Es más, ese día, en TVN, Andrés (aka el ministro vocero de gobierno, Andrés Chadwick) aseguró que "hay una situación de la que me arrepiento, que es la violación brutal a los derechos humanos y tengo un profundo arrepentimiento de haber sido parte de un gobierno donde esos hechos sucedían”.

Apenas llegó Alfonso Márquez de la Plata, ex ministro de la dictadura y el organizador del homenaje que se le hizo al brigadier ® Miguel Krassnoff Marchenko, procesado por violaciones a los derechos humanos. El ex secretario de Estado, al irse del barrio San Diego un par de horas después del show, se llevó un par de chuchás y unos cornetes de parte de indignados por el tributo.

ALMAS GEMELAS

Pero volvamos al Caupolicán, el domingo 10 de junio, 10 horas. Unas mil personas (la capacidad del teatro es de 5 mil) llegaron con pancartas, lienzos, fotos del dictador abundaban en la calle San Diego, a la altura del 800. Las señoras más fanáticas llevaron incluso unos bustos de bronce, que  cargaban como si fueran reliquias. Otras vestían unas camisetas blancas, de manga larga, con la imagen del viejo impresa y ya desteñida. Una de las señoras explicó que muchas de esas poleras fueron usadas por las comitivas que viajaron a Londres, cuando exigían la liberación de Pinochet, durante su detención en Inglaterra por el proceso que seguía en su contra el juez español Baltasar Garzón.

Las mismas damas aguerridas, que mostraron su fiereza contra los ingleses en la capital británica o ante su embajada, en Santiago, se derritieron cuando llegó el héroe de la jornada: Augusto Pinochet Molina, ex capitán de Ejército y que se hizo conocido durante el funeral del dictador, por arrancarse con los tarros en su discurso, lo que generó su baja.


Este domingo, Augustito como lo motejan con devoción los pinochetistas, llegó al teatro acompañado por el abogado UDI Cristián Espejo (el caza Gema Bueno), y las estrellas internacionales: Javier Alonso, el abogado español que inició el proceso que desaforó a Garzón de la Justicia hispana; el presidente de la juventud cubana en el exilio, Joseph Torres y Miguel Meléndez Piñar, nieto de Blas Piñar, ministro del dictador Francisco Franco y amigo íntimo de Pinochet.

Augustito destacó el carácter reivindicativo del acto, asegurando que si bien el tributo estaba centrado en Pinochet, también era un reconocimiento para quienes trabajaron en la dictadura: “Él sólo era el líder, (el legado) son todos ustedes, sus hijos, sus nietos, sus padres, sus abuelos. Todos los que estaban, todos los que estuvieron; todos juntos gritaron libertad, nunca la pierdan, luchen por ser libres”.

Las otras dos estrellas de la jornada fueron Javier Alonso (cada vez que nombraba a Garzón, los cerca de mil asistentes bramaba que “Baltasar Garzón, marxista y maricón) y Menéndez Piñar, que aseguró, místico, que  Franco y Pinochet fueron “dos almas gemelas”, que salvaron a sus países del comunismo.

Meléndez además leyó un soneto escrito por su abuelo para homenajear a Pinochet, cuyos versos aseguran que es “el padre de la Patria Chilena (…) un hombre excepcional, un soldado, un chileno universal al que hoy se ofende con crueldad”. Awwww.

COMUNISTA, FEA Y GUATONA

Del documental “Pinochet”, el pretexto tras el encuentro no contaré mucho, considerando que ya empieza a estar disponible en la web y que otros, por la módica suma de 15 mil pesos, lo compraron a la salida del Caupolicán, con el combo dos de aprovechar de firmar para rearmar a Avanzada Nacional.

Durante la exhibición, se repitieron los aplausos y gritos desaforados cuando aparecía el general y abucheos e insultos ante las imágenes de Allende y que se repitieron cuando se exhibieron estas imágenes de Piñera, al que calificaron como traidor.

Después de la exhibición, el himno nacional con la estrofa de los “valientes soldados” y la tole tole para salir: en masa, marchando, bravucones, pero rodeados de pacos y asustadísmos por la gente que los esperaba fuera, para funarlos, increparlos y agarrarlos a combos. Pedían la vuelta al orden y que fueran otros los aterrados.

Falta agregar que hubo mucho ojo delineado setentero, mucho colorete, mucha joya de fantasía (imagino que las de oro, plata y diamantes fueron aportadas en los tiempos de la reconstrucción nacional). En suma, mucho brushing, pero poco argumento: cuando pasaban transeúntes, generalmente mujeres, que les enrostraban ser fachos, las réplicas eran del tipo “todas las  comunistas son feas, guatonas y tienen gonorrea” o “ándate pa´ Cuba, comunista culiá”.

Sí, el pinochetismo está vivo y pleno de ideas y alta política. 

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